lunes, 26 de octubre de 2009

Aquí un breve relato mío

que salió publicado en la revista Babia. Está inspirado en esta tira del dibujante Kioskerman.


Melancolía del futuro

 
Hay una habitación con las luces apagadas en donde hay una chica que está intentando dormir y mientras intenta dormir, piensa.

Se ve un globito de pensamiento, como cuando en las historietas un personaje cuenta ovejas que saltan un cerco.

Piensa en la ropa que está preparada en la silla al lado de la cama, en la que está en el laverrap, en que mañana tiene que ir al laverrap y después pagar cuentas, y que ojalá haya sol todo el día, y ahora se le ocurre que podría ir a visitar a una amiga a la salida del trabajo, o tomar algo en un bar que tenga mesas en la calle, es hermoso que falte tan poco para la primavera pero todavía sigue usando medias, las que están sobre la silla y que buscó en el laverrap la semana pasada.

No son ovejas las que cuenta. Son tazas de café y mesas de bar y señores que atienden un pago fácil saltando el cerco.

Como no se puede dormir, sigue: la comida del mediodía, el plan del fin de semana, los del verano. El mar, las montañas, el campo, ¿vivir en la ciudad o vivir en el campo? ¿Cuándo uno decide que ya tuvo suficiente con la ciudad?

Y casi se está quedando dormida pero llega el gato que se acomoda para dormir, por qué tardará tanto siempre en encontrar un lugar para acomodarse; entonces se vuelve a ver el globito de pensamiento en el que ahora hay un fogón del próximo verano y ella está sentada ahí, y se acerca un chico, se miran y entienden todo. “Nos miramos y entendemos todo”, piensa la chica. Entonces claro, hay una elipsis importante y el chico vuelve a aparecer en la misma habitación en la que ella intenta dormir, pero de día y acariciando al gato. Él quiere al gato tanto como ella. Tanto no, pero casi.

Y después se ve un asado, y en el asado una amiga de ella y uno de él también se enamoran y al siguiente verano se van a la playa los cuatro, pero en un punto hay algo que ya no es lo mismo, le dice ella a su amiga en una escapada que se hacen para charlar en un médano.

Justo ahí se escucha un ruido que no se sabe bien de dónde viene y el globo de pensamiento desaparece.

El gato se pone alerta y mueve las orejas como si fueran girasoles sonámbulos. Hasta que él no se tranquiliza, ella no se tranquiliza.

Se escuchan más ruidos y ella se asusta un poco más en serio. ¿O será sólo alguien que salió de la casa tarde y se le cayó algo, o una ventana abierta, un pájaro, un viento que movió alguna cosa, y ella está pensando todo esto sólo porque está entre sueños? Aunque el gato todavía no está del todo seguro y esa es la única llamada oficial a la tranquilidad.

Unos segundos más, casi un minuto.

El gato dobla por el pasillo hasta la cocina, ella lo sigue sigilosa pero él ya cambió de tema y está comiendo.

Por la ventana se mueve el viento que mueve cosas en muchos departamentos y en el suyo también, y ella mientras tanto hace algo, como abrir la heladera o apoyarse en la mesa, y vuelve a la cama. Lo llama al gato, al gato protector que dio la señal que le devuelve el futuro, y volvemos a la escena del asado.

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