Cuando Dios empezó a crear al hombre estaba muy cansado ya, porque venía de varios días de trabajo.
Puso mucho empeño.
Ya lo estaba consiguiendo, no le faltaba casi nada. -¡Sólo un esfuercito más!- se decía a si mismo y cabeceaba un poco. -¡Un par de toques y está!
Pero resulta que, cuando ya no daba más, se le presentaron algunos problemas de último momento.
Con el último hilito de vigilia que le quedaba decidió dejarles a los humanos un cacho de conciencia de sí mismos.
-Arreglensé ustedes, yo estoy rendido, me voy a dormir.
Dio el último toque mágico y ahí mismo cayó redondo al piso. Durmió varios días como un tronco. Y roncó. Como un tronco que serruchan.
Y si un árbol cae y nadie lo escucha, hace ruido?